Foto:JUAN MANUEL PRATS, Diario Córdoba |
El anuncio realizado por el Ministro de Sanidad el último
día de Marzo de que se va a restituir el acceso a la Atención Primaria de Salud
a las personas excluidas del sistema sanitario, la mayoría inmigrantes sin
permiso de residencia, es, por encima de la constatación de un fracaso sin
paliativos de las nefastas, cuando no ausentes, políticas sociales de este
gobierno, una medida tomada desde el cálculo electoral y a regañadientes, que
vuelve a poner en evidencia la realidad incontestable de que la salud no se
contempla como un derecho fundamental de las personas.
El hecho de que los motivos esgrimidos para ello sean
algunos de los que hemos manejado desde el punto de vista profesional quienes
nos hemos opuesto siempre al Real Decreto de la exclusión sanitaria (RDL
16/2012), a saber, el colapso de las urgencias, lo que pone en cuestión el
supuesto ahorro del gasto sanitario, y los problemas para la salud pública, es
decir los riesgos que se han generado para la salud de todos los ciudadanos, no
hace más que resaltar la falta de sensibilidad de quienes nos gobiernan hacia
los problemas y el sufrimiento de las personas más vulnerables. Las
organizaciones y personas que denunciamos el fin de la universalidad de la
atención y la exclusión que impone tan lamentable decreto basamos nuestras reclamaciones
en el ámbito de los derechos elementales
de las personas, mientras que el ministro Alonso, que tanto aplaudió en su día la
entrada en vigor del texto legal por su aportación a eso de “poner fin al
coladero” en que se había convertido el sistema sanitario público (sic), sitúa
el anunciado parche en el ámbito instrumental de los perjuicios que provoca a
la sostenibilidad del sistema, precisamente lo que se suponía iba a arreglar.
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Los gobernantes que contra todo y contra todos hayan tomado
medidas como la que torpe y parcialmente ahora se quiere revertir, deberían
responder también por la mala gestión que de facto reconocen.
No hay otro camino que la derogación del esperpento legal,
la restauración del modelo sanitario universal y la devolución de la tarjeta
sanitaria a quienes se le ha retirado en estos casi 3 años, además de la
emisión de otras nuevas a los que hayan adquirido ese derecho por la mera
circunstancia de residir en nuestro país, independientemente de su situación
administrativa. De no hacerlo así la exclusión continuará pues para casi un
millón de personas el sistema seguirá sin garantizar la referencia a otros niveles
asistenciales cuando se requiera, ni la
continuidad de la atención, como le ocurre a los demás ciudadanos, atacando
nítidamente a la esencia funcional del mismo que no es otra que brindar
integralmente la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la
atención curativa y la rehabilitación adecuada con los medios que, en cada
momento, cada uno necesite.
Una de las grandes verdades ocultas que han quedado visibles
en los últimos tiempos al albur de las políticas que, con la justificación de la
crisis económica, se están aplicando, es que con gran frecuencia quienes
dirigen la cosa pública no toman sus decisiones orientadas hacia el bien común sino
hacia sus intereses y los de los grupos que, arrimados al poder, les sostienen.
A partir de ahí, que la política se ha convertido en gran un teatro que busca
tan solo que el espectador se crea las mentiras que se representan en el
escenario de la vida pública, se ha hecho evidente para muchos. Y que el
ministro anuncie esta medida días después de que la totalidad de los partidos
políticos, menos el suyo y su flamante contrincante electoral, Ciudadanos, advirtiera
que derogarán el referido decreto en cuanto cambie el gobierno, añade a la
sensación de chapuza y de falta de sensibilidad que se ha comentado, otra no
menos irritante: la dimensión electoralista de la misma por la necesidad, nada disimulada,
de iniciar actuaciones que consigan que el PP se diferencie de su nuevo adversario.
Por último, el hecho de que la vía escogida para ello, sea la de intentar mejorar
el perfil de “las políticas sociales” de este gobierno resulta, también, un
sarcasmo que busca remarcar el tufillo xenófobo de los recién llegado a la
arena electoral. Y que viva el circo.
El periodo electoral impulsa en los partidos políticos
actividades que buscan la diferenciación de los más cercanos, con quienes se compite
por atraer al mismo grupo de votantes, con el objeto de acentuar aspectos
identitarios y poner en evidencia al contrario. Que en la actual legislatura el
PSOE presentara en el Congreso de los Diputados una incitativa para derogar otro
nefasto decreto, el 15/97, que fue apoyado en su día por este mismo partido y
sobre el que se fundamentan las peores iniciativas de privatización del sistema
sanitario público emprendidas hasta ahora, resulta también una salida
electoralista con la que los socialistas quisieron diferenciarse del partido
del gobierno, que fue el que la propuso hace años y con más deleite la ejercita,
sobre todo cuando comprendemos que las posibilidades de sacarla adelante sin
tener la mayoría parlamentaria eran menos que escasas.
Un brindis al sol por otro, la única diferenciación que
merece la pena ser considerada por los electores concienciados es la de quienes
se comprometan a trabajar por un sistema sanitario 100 por 100 público y de
calidad, universal, o sea, sin exclusiones, basado en la ciudadanía y en el
derecho de las personas a la salud.
De parches, marchas atrás y circo estamos ya más que hartos.
Manuel Díaz Olalla
(Publicado en el Diario Público - www.publico.es - y en Actualidad Humanitaria - http://bit.ly/1FkmcZE - el día 1 de Abril de 2015)
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