Díaz Olalla, JM. (0000-0001-5740-0636) "La atención primaria de salud y la salud pública en las crisis humanitarias. Principios, características y sinergias: un enfoque basado en los derechos." En: Pilar Estébanez, Carolina Jiménez y Jorge Alvar (Edit, Coord y Dir). Asistencia sanitaria en crisis humanitarias. Edit Díaz de Santos, 2017. Madrid. ISBN 9788490520598.
(Capítulo del libro publicado en 2017)
1. La Atención Primaria de Salud y la Acción
Humanitaria: sinergias y garantía de equidad en las crisis. La Atención Primaria de Salud (APS) es la estrategia
para la organización y la gestión del sistema de salud que tiene como objetivo
garantizar el acceso universal a unos servicios sanitarios básicos mediante una
distribución equitativa de los recursos, la participación comunitaria y la
implicación de las políticas propias de otros sectores, para alcanzar un mejor
nivel de salud de los pueblos. Fue signada y asumida por la mayoría de los
países del mundo en la histórica conferencia de Almá-Atá1
(Kazajstán, 1978) y en ella se expresa la necesidad urgente de la toma
de acciones por parte de todos los gobiernos, trabajadores de la salud y la
comunidad internacional para su puesta en marcha.
1.1. Aproximación
histórica y conceptual a la APS.
Los objetivos que se pretendía alcanzar
mediante esta estrategia se fijaron y cuantificaron para cada región del mundo en
un compendio de intenciones al que se llamó “Salud para todos en el año 2.000”.
Pero su grado de implementación fue muy desigual. La implantación y el desarrollo
de la APS requieren decisión política, es decir, inversión de recursos, y
reconoce el importante papel de la reducción de las desigualdades
socio-económicas entre países y entre grupos sociales dentro de cada país para
el logro de las mejoras en la salud. Esfuerzos, por lo tanto, que en gran
medida están fuera del sistema sanitario, como lo están también la mayor parte
de los factores que determinan la salud de la población, según conocemos, en
especial cuando se ha alcanzado determinado nivel de progreso. Pero en los años
posteriores a la histórica declaración muchos países no apoyaron adecuadamente
el desarrollo de la APS a la vez que se incrementaban las desigualdades entre
los países y dentro de ellos.2 Estas
circunstancias incidieron en el insuficiente cumplimento de sus objetivos
alcanzados, en especial en algunas partes del mundo, lo que desacreditó en
parte este movimiento. A pesar de estos vaivenes y dudas, muchos años después,
recientemente, la propia OMS reivindicó y actualizó la estrategia, al publicar
el informe “Atención Primaria de Salud, más necesaria que nunca”3 lo
que de alguna forma ha hecho justicia a una de las iniciativas internacionales
de salud más importantes de la historia.
De una manera o de otra la APS logró poner
en marcha a mucha gente en el mundo con una meta concreta y definida, la salud
para todos. Aunque, como se dijo, no se alcanzó ese horizonte idílico en el
plazo fijado, no cabe duda que, en pos de él, se recorrió un importante tramo
del camino planificado y, por lo tanto, se fue avanzando y alcanzando objetivos
y metas. Tampoco pueden existir objeciones al hecho de que una gran parte de
las mejoras en la salud que ha logrado la población del mundo en los últimos
decenios, incluso la que reside en los países menos adelantados, y que es
posible acotar en avances notables en la prolongación de la esperanza de vida o
en la disminución de la mortalidad infantil, tienen detrás actuaciones
concretas que forman parte del núcleo fundamental de la APS. Entre estas y muy
destacadamente deben señalarse las inmunizaciones ante las enfermedades
infecciosas más prevalentes en la infancia, el acceso al agua o los programas
de salud materno-infantil. Los demás componentes básicos de la citada
estrategia son: la educación sanitaria y la promoción de la salud, el adecuado
abastecimiento de alimentos y la promoción de una buena alimentación, el
saneamiento básico, la salud reproductiva y sexual, la prevención y control de las
enfermedades endémicas, el tratamiento apropiado de las enfermedades más
habituales y de los traumatismos comunes y la provisión de medicamentos
esenciales.
En algunos países, como en España, con frecuencia se ha entendido la APS
como sinónimo de primer nivel de atención. De hecho, aquí y allá, a una gran parte
de los componentes de la APS que tienen que ver con el sistema sanitario se
accede desde este nivel de atención. Cuando se trata de esta estrategia el sistema
sanitario queda comprometido, eso sí, con algunos cambios en la naturaleza de
la atención, que debe ser no sólo curativa, sino integral y preventiva, además
de con determinadas transformaciones en la organización de la misma. Cabe
reseñar, no obstante, que en muchos países en los que el desarrollo de la
estrategia ha sido muy escaso una gran parte de sus componentes los proveen ONG´s
diferentes, muchas veces con distintas filosofías y mal coordinadas, lo que
fragmenta enormemente la atención de salud e introduce en el capítulo de
resultados elevadas cuotas de ineficacia. Con todo y con eso, existen en el
mundo más de 400 millones de personas en situación de exclusión de la atención
de salud.4 Esta realidad es, en sí misma, un escenario propio de la acción
humanitaria, además de mantener en situación de crisis crónica a la población
afectada.
1.2. Actualización de la APS: de
los componentes a los valores y las estrategias.
Además de la atención a la salud, las necesidades básicas de la
población afectada por una crisis son comunes a los citados componentes elementales
de la APS: el agua y el saneamiento ambiental, la alimentación, el abrigo y,
por extensión, el techo. Pero existen más concordancias: en la reciente
actualización y reafirmación que la OMS ha hecho de la estrategia de la APS3
se pone el énfasis en valores que le son propios, como la equidad, la
solidaridad, la justicia social y la participación, estableciéndose como medio
para transformar los sistemas sanitarios la articulación de cuatro áreas
estratégicas: la prestación de
servicios, para lograr que los sistemas de salud giren en torno las personas;
las políticas públicas, con el fin de promover y proteger la salud de la
población; la cobertura universal, para aumentar la equidad sanitaria; y el
liderazgo, para aumentar la fiabilidad de las autoridades sanitarias. Pues
bien, las sinergias entre esta estrategia sanitaria y los principios
humanitarios (humanidad, universalidad, neutralidad, independencia,
consentimiento de las víctimas, competencia) resultan más que evidentes, por lo
que la APS demuestra su gran valor no solo para la atención a la población en
situaciones que podemos llamar basales sino también en críticas.
Las crisis humanitarias tienen como causa inmediata, e
independientemente de su etiología primaria, una sobrecarga de los sistemas de
protección de las personas, incluido el sistema de salud, bien sea por un
colapso masivo o por un incremento de la demanda imposible de manejar, cual es
el caso de los desastres naturales o los inducidos por el hombre, como la
guerra. En otros casos, y sin concurrir ninguna de estas circunstancias, una
parte importante de la población, definida por criterios geográficos, étnicos,
políticos, ideológicos, religiosos, económicos, administrativos, etc, queda
excluida de aquellos sistemas por incapacidad o abandono gubernamental. De una
forma o de otra el efecto de las crisis sobre los sistemas sanitarios es enorme
y cuando no es posible mantener su nivel mínimo de funcionamiento con
frecuencia asistimos al hecho del rápido empeoramiento de la situación de la
salud de personas bien controladas que padecen enfermedades crónicas o son
beneficiarias de programas preventivos, que se han visto desatendidas porque el
sistema sanitario ha priorizado los problemas agudos derivados de la situación
crítica. Es tan importante absorber las nuevas y urgentes demandas como no
descuidar las habituales ni cerrar los programas preventivos, de la misma forma
que se debe poner un cuidado exquisito en no discriminar a nadie en la atención
para que la crisis no sea un elemento más que incremente la desigualdad social
en la salud.
En el mismo sentido, la necesidad de una respuesta inmediata en la que
se debe priorizar la preservación de la vida, el abordaje de los problemas más
graves y el alivio del dolor, no puede estar reñida con cierta visión a más
largo plazo de las necesidades de la población, como se abordará más adelante
cuando se hable de la salud pública, ni con la participación de ésta en la
estrategia de atención ni en la detección de esas necesidades. De hecho, hay que
considerar que en la mayor parte de las emergencias quien antes y con más
decisión aborda las tareas de socorro, rescate y atención a víctima y heridos
es siempre la población local.5 La crisis también puede ser una
oportunidad para promover la participación de la comunidad y fortalecer la
equidad y la cohesión social. Los organismos que intervienen en la ayuda, así
como el propio sistema de salud, tienen la obligación de trabajar con una
visión participativa que incorpore diferentes ámbitos de la comunidad. El
desarrollo reciente de los clústeres de salud en el abordaje de la organización
de la asistencia en crisis puede ser una buena oportunidad para avanzar hacia
esta meta6.
1.3. La APS en las crisis humanitarias como
eje de la lucha contra la desigualdad.
Un principio básico de la atención en crisis es que la misma debe ser
gratuita para toda la población. No es admisible ninguna barrera para acceder a
la misma, excepto las que sean de todo punto inevitables, como por ejemplo las
derivadas de cuestiones de seguridad insolubles. Desde luego, la cuestión económica jamás debe
ser un límite de acceso a la atención7, como no debería serlo en
ninguna circunstancia. En caso contrario no solo se incumpliría un principio
básico de la ayuda humanitaria, el de la universalidad, sino que además se
estaría aportando una atención inequitativa, absolutamente contraria a los mínimos
establecidos en la APS. Mucho más en situaciones extremas para la población. De
hecho, lo habitual en esas circunstancias es que una gran parte de la población
reciba de forma gratuita servicios que antes de la crisis debía pagar. Esta
circunstancia es especialmente favorable para aquéllos que no se han visto
afectados de forma directa por el desastre o la violencia, pero comprenden que
los dispositivos de atención puestos en marcha en relación a la crisis son un
buen sustitutivo de los que antes les atendían y por los que tenían que pagar,
en especial para la atención de problemas crónicos u otros agudos sobrevenidos,
pero sin relación con el evento. De hecho, lo usual es que una alta proporción
de atendidos por los equipos de emergencias sean pacientes con patología
banales o crónicas. Nada que objetar a ello, sino más bien todo lo contrario,
pues como se ha dicho, la atención de salud es un derecho humano y lo que
ocurre en esas circunstancias límite es lo que debería ocurrir siempre. Por
ello no es aceptable excluir a estas personas de la atención gratuita que se
brinda a los afectados, siempre que las capacidades del sistema de ayuda puedan
asumirla.
En todo caso es muy importante desterrar del espacio humanitario a aquellas
entidades que no brinden atención gratuita para todos y todas quienes lo
necesiten, como también lo es el procurar prolongar al máximo la situación
oficial de emergencia humanitaria, retrasando de esta manera el paso a la
siguiente fase del continuum humanitario,
al menos de manera formal. Mientras esa situación siga vigente quienes
necesiten atención sanitaria la podrán seguir recibiendo de forma gratuita lo
que lamentablemente no es posible en muchos lugares del mundo en otras
situaciones. Lo que no admite duda es el hecho de que las políticas públicas
que se orientan hacia los programas de reducción de riesgos y preparación, en
los que participa la comunidad y están orientados a los grupos de población
donde se concentran los mayores riesgos, son siempre grandes avances para la
seguridad, la preservación de la salud y la equidad social.
Las catástrofes y las guerras generan más desigualdad. De la misma forma
que la mayor parte de las víctimas de conflictos y desastres se dan en países
en desarrollo, dentro de ellos, los más afectados son siempre los más
vulnerables: los pobres, los niños, las mujeres, los discapacitados o los
mayores. El mero desplazamiento después de una catástrofe es un factor
extraordinariamente inequitativo. Las más altas tasas de mortalidad después de
estas circunstancias críticas son siempre las de los desplazados, a pesar de
que ellos tengan mejor acceso a los servicios de salud que la población de
acogida5. En todas
las circunstancias el sistema sanitario, en especial si opera mediante la
estrategia de la APS, contribuye enormemente a disminuir las disparidades sociales.
En las crisis, con frecuencia, el colapso del sistema o la pérdida de sus
capacidades básicas provocan que claudique ese poder diluyente de las
diferencias, por lo que tienden a incrementarse. Otra circunstancia que
colabora con la perpetuación de las mismas es el conocido aspecto de la
inequidad en la distribución de la ayuda (alimentaria, de insumos, de
medicamentos), cuya responsabilidad muchas veces hay que situarla en el propio
sistema de protección o en erróneos sistemas de reparto aplicados por las
organizaciones humanitarias. Por lo general la priorización de aspectos
técnicos, algo muy común en las fases iniciales de la ayuda, impide la
planificación a corto y medio plazo que es la que puede introducir elementos de
reducción de las inequidades. En todo caso hay que dejar bien sentado que la
cobertura universal y el acceso equitativo a la ayuda humanitaria son elementos
fundamentales para avanzar hacia la reducción de las desigualdades en las
crisis.
Las actividades de reducción de riesgos de desastre y de preparación y
respuesta ante las emergencias forman parte también de la atención sanitaria en
crisis y son propias del Estado. Las crisis minan el liderazgo del Estado y
cuando eso sucede porque se prolongan o se repiten con frecuencia otras
organizaciones de ayuda pueden asumir ese papel ante los ojos de la población.
Cuando esto sucede en Estados débiles o muy frágiles es importante que las
organizaciones que tomen el relevo formen parte del sistema de Naciones Unidas,
en especial si también van a liderar las políticas que se desarrollen
posteriormente a la crisis.
Por todo lo dicho se puede concluir que es de gran interés organizar la
atención sanitaria en las crisis según la estrategia de APS. En base a las
sinergias planteadas la acción humanitaria en la salud no es solo un sistema de
atención a las necesidades de la población, sino que promueve también la
justicia social y busca el respeto del derecho a la salud. Esta concepción de
la acción sanitaria en las crisis humanitarias reconoce que la justicia social
afecta al modo en que la gente vive y muere y está ligada a la protección,
promoción y respeto de los derechos humanos.
2. La visión de la salud pública desde el
primer instante y en todas las políticas: claves para la atención a la
población en las crisis humanitarias
Todo lo expuesto en relación a la APS entronca directamente con la
organización de la Salud Pública (SP) en las crisis humanitarias. En 1978
Gustavo Molina definió que Salud Pública es la ciencia y el arte de organizar y
dirigir los esfuerzos colectivos para proteger, fomentar y recuperar la salud
de una comunidad. Para este autor, además, es sinónimo de administración
sanitaria. En 1998 la OMS la define como la ciencia y el arte de promover la
salud, prevenir la enfermedad y prolongar la vida mediante esfuerzos
organizados de la sociedad, mientras que, por último, en 1997, la declaración
de Yakarta especifica en su informe final que Salud Pública es la participación
libre y consciente de las comunidades en las decisiones que afectan su calidad
de vida.8 Es claro, entonces,
que la visión de la SP desde el inicio de la atención a los afectados por una
crisis es fundamental para el futuro de la población a medio y corto plazo, así
como que, sin duda, sea necesario incluirla en todas las políticas.
Tocoa (Honduras) Atención emergencia Mitch , noviembre 1998 |
2.1. Acción Humanitaria en Crisis y Salud
Pública: objetivos comunes.
Los objetivos primordiales de la respuesta humanitaria en caso de crisis
son prevenir y reducir la mortalidad y la morbilidad excesivas. El acceso a la
atención de salud es un factor crucial para la supervivencia en las etapas
iniciales de un desastre. Los desastres o las guerras tienen casi siempre
efectos significativos en la salud pública y en el bienestar de las poblaciones
afectadas. Esos efectos pueden ser directos, como por ejemplo las muertes o las
lesiones causadas por la violencia, o indirectos. Estos últimos son los que se
pueden visualizar a través del aumento de las tasas de enfermedades infecciosas
y/o de malnutrición y están relacionados con factores tales como la cantidad y la
calidad del agua, la destrucción de las instalaciones de evacuación sanitaria,
la interrupción o reducción del acceso a los servicios de salud o el empeoramiento
de la situación de seguridad alimentaria. La falta de seguridad, las
restricciones al movimiento, los desplazamientos forzosos y el deterioro de las
condiciones de vida (hacinamiento y alojamiento inadecuado) también pueden
constituir amenazas a la salud pública. Es decir, y en resumen, el fracaso para
dar respuesta a las necesidades básica de la población afectada por una crisis
humanitaria, que fundamentalmente son el agua y el saneamiento ambiental, la
atención de salud, los alimentos, el techo y el abrigo, se sitúa en el
epicentro del deterioro potencial de la salud pública. No hay que olvidar
tampoco que el cambio climático también puede aumentar la vulnerabilidad y el
riesgo de la población.9
Parece interesante seguir el hilo de las Funciones Esenciales de Salud
Pública (FESP) para describir el espectro de competencias y acciones necesarias
de los sistemas de salud que persiguen alcanzar el objetivo central de la salud
pública, que no es otro que el de mejorar la salud de las poblaciones, incluso
en situación crítica. La Organización Panamericana de la Salud por medio de la
Iniciativa "La Salud Pública en las Américas", definió once FESP y
desarrolló un instrumento para medir su desempeño, lo que permite a los países
realizar una auto-evaluación de sus capacidades para ejercer la salud pública10.
Son las siguientes:
|
La
evaluación y el análisis del estado de salud de la población, |
|
La
vigilancia, la investigación y el control de los riesgos y las amenazas para
la salud pública, |
|
La
promoción de la salud, |
|
El
aseguramiento de la participación social en la salud, |
|
La
formulación de las políticas y la capacidad institucional de reglamentación y
cumplimiento en la salud pública, |
|
El
fortalecimiento de la capacidad institucional de planificación y el manejo en
la salud pública, |
|
La
evaluación y la promoción del acceso equitativo a los servicios de salud
necesarios, |
|
La
capacitación y desarrollo de los recursos humanos, |
|
La
seguridad de la calidad en los servicios de salud, |
|
La
investigación en la salud pública, |
|
La
reducción de la repercusión de las emergencias y los desastres en la salud
pública. |
2.2. El análisis de la situación
de la salud, sus riesgos y el funcionamiento del sistema sanitario en las
crisis.
Si se analizan con detenimiento todas las funciones enumeradas su papel
es fundamental para conseguir los objetivos en cualquier circunstancia en que
se consideren. Pero es interesante detenernos en alguna de ellas para el
propósito de este capítulo. En situaciones de crisis, la primera función, la
evaluación y el análisis del estado de salud de la población, adquiere un valor
incalculable. En sentido estricto no es posible una actuación mínimamente
aceptable desde el punto de vista sanitario sin una evaluación inicial de la
situación de salud de la población y del efecto del desastre o la violencia en
las personas, los bienes y los servicios de que disfrutaban, a no ser que se
trate de intervenciones iniciales de rescate y socorro. La evaluación
actualizada de la situación tras la ocurrencia del evento crítico es elemental
y debe enmarcarse junto a otros esfuerzos que persiguen conocer las tendencias
de salud del país y de sus determinantes, con especial énfasis en la
identificación de desigualdades en los riesgos, en los daños y en el acceso a
los servicios. En este sentido, esta función básica debe comprender:
• La identificación de las necesidades de salud de la población,
incluyendo la evaluación de los riesgos y la demanda de servicios sanitarios,
• El manejo de las estadísticas vitales y las que informen de la
situación específica de grupos de especial interés o mayor riesgo,
• La generación de información útil para la evaluación del
desempeño de los servicios de salud,
• La identificación de recursos multisectoriales que contribuyan a
la promoción de la salud y al mejoramiento de la calidad de vida,
• El desarrollo de tecnología, experiencia y métodos para el
manejo, interpretación y comunicación de la información a los responsables de
la salud pública (incluyendo actores extrasectoriales, proveedores y
ciudadanos),
• La definición y el desarrollo de instancias de evaluación de la
calidad de los datos recolectados y de su correcto análisis.
Para la estandarización de la elaboración de la información y de algunos
instrumentos de recogida existen bastantes propuestas de interés.10, 11,
12 La evaluación inicial debe realizarse, a ser posible, por un equipo multisectorial
(salud, agua, saneamiento, nutrición, seguridad, etc.), incluyendo a las
autoridades sanitarias locales, mujeres y hombres de la población afectada y
las agencias que se proponen brindar su asistencia13. Es importante expresar aquí lo
inaceptable de algunas actitudes y comportamientos que se detectan a veces en
los miembros de los equipos de evaluación: centrados en su función principal,
papel y lápiz en ristre, declinan atender a las personas que necesitan ayuda y
con quienes se encuentran en sus misiones de inspección del terreno. Los
principios humanitarios y los aspectos más elementales de los códigos
deontológicos y éticos exigen que la atención a heridos y enfermos sea una
actividad siempre prioritaria e ineludible para toda persona que tenga
capacidad de proporcionarla, mucho más si se trata de personal sanitario. En
esas circunstancias la recogida de la relevante información debe volverse una
actividad secundaria o, en todo caso, complementaria a la intervención
sanitaria.
En todo caso, y en la medida de lo posible, la sistemática en la
recogida de información debe considerar la importancia de conocer lo que ocurre
sobre 3 aspectos fundamentales: el estado de salud de la población y sus
riesgos, la disponibilidad de recursos y servicios de salud y el desempeño del
sistema de salud.
Desde el punto de vista de la salud de la población uno de los aspectos
fundamentales de esa evaluación inicial, al menos en crisis de cierta magnitud,
es la monitorización de las tasas brutas de mortalidad general en toda la población
y la específica en menores de 5 años. En el primer caso puede servirnos de
alarma el hecho de que tras el impacto del evento que provocó la crisis se haya
duplicado la tasa basal o, si no se conoce la situación de partida, que se
alcancen cifras superiores a 1 fallecimiento por cada 10.000 habitantes al día.
Ambas circunstancias nos avisan con claridad del deterioro de la situación
general de la población. En el caso del indicador en niños, mucho más sensible
a los problemas que afectan a la población que el primero, cifras que superen
los 2 menores de 5 años fallecidos al día por cada 10.000 menores ya resulta un
indicador de máxima alerta. Como se comprende la recopilación de datos en estas
circunstancias, tanto del número de fallecidos como de la población afectada, puede
alcanzar niveles de máxima complejidad que por razones de limitación de espacio
no es posible tratar aquí.
2.3.
La vigilancia epidemiológica, actividad clave para la SP en las crisis.
La segunda función de las descritas, la
vigilancia, investigación y control de los riesgos y las amenazas para la salud
pública, es otra de las que merecen nuestra reflexión. Aunque la parte
específica de lo que tiene que ver con la vigilancia epidemiológica de las
enfermedades transmisibles se trata en otra parte de este texto, conviene
señalar aquí la enorme importancia de la existencia de un sistema que alerte
sobre el incremento de algunas enfermedades o problemas de salud que puedan
comprometer la vida y el bienestar de la población o de algún grupo específico de
la misma. Es la actividad más importante para el control de enfermedades
transmisibles y no transmisibles tras los desastres siendo aconsejable que una
agencia internacional o una institución oficial coordine estas actividades. En las
crisis, los objetivos que se deben cumplimentar en lo relativo a esta función
esencial de la SP, son:
·
Identificar las enfermedades transmisibles que
aparezcan en la zona del desastre,
·
Establecer medios de transporte y comunicación
con la zona afectada,
·
Identificar un laboratorio de referencia
adecuado,
·
Estandarizar una vigilancia rutinaria de la morbilidad
y la mortalidad, definiendo con claridad lo que se considere “caso notificable”
y “complejo sintomático”,
·
Investigar cualquier evento inusual detectado,
·
Investigar cualquier rumor sobre la aparición
o el incremento inusual de una enfermedad,
·
Reportar diariamente a un nivel central,
·
Analizar y difundir la información al personal
que esté colaborando,
·
Continuar la actividad largos periodos, ante
la eventualidad de la aparición de epidemias de aparición tardía.
Por último, y por encima de las otras
funciones de la SP que, como se ha dicho, son de gran transcendencia en
situaciones de crisis humanitarias, merece la pena hacer alguna reseña a la
última de las listadas, la reducción de la repercusión de las emergencias y los
desastres en la salud pública. Esta hace mención expresamente a la naturaleza
de lo que aquí estamos analizando y podemos considerarla como un compendio de
todas las demás aunque aplicado, eso sí, a la realidad de situaciones críticas
para la población. Su desarrollo incluye la puesta en marcha de políticas, la
planificación y la realización de intervenciones de prevención, mitigación,
preparación, respuesta y rehabilitación temprana para reducir el impacto de los
desastres sobre la salud pública. Resulta tan importante la participación
de todo el sistema de salud y la más amplia colaboración intersectorial e
interinstitucional en la reducción del impacto de emergencias o desastres, como
la gestión de la cooperación internacional en la solución de los problemas de
salud generados por emergencias y desastres.
La promoción de la salud y la participación
social son elementos básicos de la atención primaria aplicada a la población
que sufre una crisis humanitaria, como ya se señaló con más detalle
anteriormente, además de formar parte de las funciones esenciales de la SP. La
intervención que asegura un acceso equitativo a los servicios de salud también garantiza,
además, el enfoque de derechos humanos con que hemos presentado hasta aquí las
sinergias entre la APS y los principios humanitarios. Sin este enfoque y sin la
introducción de los conceptos de salud pública desde el principio y en todas
las políticas, la preservación de la salud y la recuperación de la misma en
quienes la habían perdido o la habían visto amenazada, sería un reto difícil de
alcanzar.
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Puntos clave: Atención Primaria de
Salud y Acción Humanitaria en crisis
·
La APS es una estrategia de desarrollo de los
pueblos y de los sistemas sanitarios que buscaba la salud para todos en el año
2000
·
Nunca alcanzó su potencial desarrollo por
falta del adecuado impulso de los Estados y por el incremento de las
desigualdades internacionales
·
No obstante hay que situarla en el núcleo de
las intervenciones que han alcanzado los mayores logros en salud de los pueblos
·
La OMS reivindicó en 2008 esa estrategia y
apuntó algunas posibilidades de reforma de la misma
·
400 millones de personas en todo el mundo están
excluidas de la atención de salud. Su situación es en sí misma una crisis
humanitaria
·
Las sinergias entre atención humanitaria y APS
en las crisis son evidentes:
o Las
necesidades básicas de la población en situaciones de crisis forman parte
también de los componentes básicos de la APS (atención de salud, agua y
saneamiento, alimentación, abrigo y techo)
o Los
valores de la APS (equidad, solidaridad, justicia social y participación)
concuerdan con los principios humanitarios
o A su vez
las áreas estratégicas de la APS que buscan transformar los sistemas sanitarios
(prestación de servicios, políticas públicas, cobertura universal y
liderazgo) refuerzan los objetivos de la
atención humanitaria en crisis
·
Las crisis humanitarias son un reflejo de la
incapacidad o el desinterés de los sistemas de protección social (incluidos los
sistemas de salud) para atender las necesidades de la gente
·
El efecto de las crisis en esos sistemas es
grande, incidiendo en el deterioro de la salud
·
La participación de la comunidad es esencial
en la atención a la población
·
La gratuidad de la atención de salud durante
las crisis humanitarias es básicaLa APS reduce las desigualdades. Las crisis y
algunas intervenciones de ayuda las incrementan
·
La cobertura universal y el acceso equitativo
a la ayuda son los elementos que más contribuyen a disminuir las desigualdades
sociales en salud durante las crisis humanitarias
Puntos clave: Salud Pública desde el
principio y en todas las políticas de la acción humanitaria en crisis
·
Distintos tipos de crisis comportan diferentes
riesgos para la salud pública
·
El deterioro de la SP tras un desastre o
durante un conflicto afecta a toda la población y al propio sistema de salud
·
Todas las funciones básicas de la SP son de
crucial importancia en la atención a la población que sufre los efectos de una
crisis humanitaria
·
El análisis de la situación de salud de la
población tras el impacto del desastre o la guerra es la actividad más
importante de la SP en esas circunstancias.
·
La recogida de información necesaria para ello
debe abordar sistemáticamente tres áreas de conocimiento:
o la salud
de la población y sus riesgos,
o la
disponibilidad de recursos y servicios de salud
o el
desempeño del sistema de salud
·
En lo que afecta a la situación de saludel
conocimiento de la tasa bruta de mortalidad en toda la población y la
específica de menores de 5 años resulta de gran importancia
·
Es muy importante en cuanto sea posible la
instalación de sistemas de vigilancia epidemiológica tanto para enfermedades infecciosas
como para las no transmisibles
·
La promoción de la salud y la participación
social son elementos básicos de la atención de salud a la población que sufre
una crisis
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