Manuel Díaz Olalla
El pasado 16 de diciembre de 2015 el diario británico The
Independent publicó un artículo en el que proponía al lector que cumplimentara un
sencillo test de 14 preguntas para conocer cuántos años aproximadamente le
quedaban de vida (http://bit.ly/1SlTcIx).
Es una elaboración desarrollada a partir de los trabajos realizados por
investigadores de la Universidad de Pensilvania sobre una cohorte de 500.000
personas a la que se ha seguido durante más de 10 años.
Desde el punto de vista epidemiológico la naturaleza del
cálculo es intachable. Se fundamenta en la agregación de riesgos de mortalidad conocidos,
atribuibles a distintos factores determinantes de la salud. Entre estos, y ahí
radica la cierta originalidad del método, se sitúan destacadamente no sólo
algunos antecedentes clínicos comunes (como la diabetes) o la concurrencia de
algunos factores de riesgo ligados a los estilos de vida (sedentarismo, tabaco,
alcohol) sino también ciertas condiciones “socioeconómicas”, como el grado
escolar o la renta anual, y de valoración subjetiva de la propia salud. Estas últimas
circunstancias que tienen que ver con la posición social o la autopercepción de
la salud, y cuyo efecto en la supervivencia es muy conocido a través de los
análisis actuales de epidemiología social, no siempre se trasladan a los
cálculos del riesgo de morir. Y aquí está la primera sorpresa: aunque todos los
estudios evidencian esta realidad, choca que, en términos llanos, el poder
adquisitivo de cada cuál sea tan determinante de la supervivencia, sobretodo
porque pensábamos que una de las manifestaciones más elocuentes de la
civilización era que la vida y el bienestar se mantuvieran al margen de estas
contingencias....
Para seguir leyendo clickar aquí: http://bit.ly/1SlTcIx
Publicado en la página web de la Fundación Sistema, 20 de Enero de 2016.
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