... o sea el uso de las mascarillas y qué tipo durante el actual periodo de
desescalada. La escasez de material de protección (propio o de los demás) ha
sido uno de los problemas identificados entre los que más han contribuido a la
rápida difusión de la epidemia de COVID-19 y al incremento de las tasas de
incidencia en personas vulnerables y trabajadores sanitarios. Sobre la escasez
y sus motivos, incluso por encima de la demanda aguda en los periodos álgidos, se
tendrá que hablar en su momento. Pero hoy, con más disponibilidad de
materiales, la confusión continúa. La mascarilla higiénica (no médica), puede
ser de tela o papel, se destina para uso común (no médico) y se busca en ella su
mero y mecánico efecto barrera de las gotitas de saliva que emite quien la usa.
Es decir, cualquier elemento fabricado con cualquier material siguiendo unas
normas establecidas, se puede usar en la comunidad si no hay síntomas o no se
trabaja con pacientes, esto es, cuando
no es necesaria la mascarilla médica, pudiendo ser menos efectiva que esta.
Se recomienda su uso en población general en la calle o en el trabajo si no se
puede establecer suficiente distancia interpersonal.
Las mascarillas médicas (o quirúrgicas, que tanto da) son elementos
para el control de la fuente de infección (gotitas de flügge del infectado) que actúan disminuyendo
su diseminación al medio, debiendo reservarse su uso para personas con
síntomas en el medio comunitario, o
en el triaje en el medio sanitario, además de para aquéllos trabajadores
de la salud que realizan actividades con ellas que no
implique contacto directo. De hecho y como su nombre indica, su
objetivo es
proteger el campo quirúrgico de las emisiones salivares del
trabajador sanitario aunque no protejan al portador de las mismas. Cuando haya
contacto directo es preciso usar una mascarilla del tipo FFP (Filtering Face Piece). Estas forman
parte de los equipos de protección (EPI) porque, a diferencia de las anteriores
(médicas o quirúrgicas e higiénicas) evitan que las gotitas respiratorias
emitidas por otros lleguen a nuestras mucosas. La clasificación en FFP 2 o FFP 3
tiene que ver con la capacidad filtrante (la 2 de un 92% de las partículas y la
3 de más de un 98%). Se trata por tanto de material sanitario y, por ello, se
deben reservar para el personal de salud.
Mientras que la población general sana puede usar las mascarillas
higiénicas para proteger a los demás, pudiendo ser un elemento de gran valor
para controlar la transmisión vírica en la comunidad cuando el número de asintomáticos
sea
grande, las médicas o quirúrgicas se deben reservar para
profesionales socio-sanitarios, personas en cuarentena domiciliaria y también
para grupos vulnerables en la calle o cuando entren en contacto con otras
personas. En general se admite que la higiénica se debe usar por la población
general en la calle o en el trabajo si no existe suficiente distancia
interpersonal, aunque hay controversia en el sentido de si produce algún
beneficio comunitario su uso en personas sanas.
La vía aérea se destaca cada vez más como la más importante
de transmisión del SARS-Cov-2. Incluso siendo efectiva a más distancia de la supuesta
(2 metros) y permaneciendo en el ambiente de forma persistente por más tiempo
del inicialmente imaginado. Por lo que el uso de las mascarillas se vislumbra
como un elemento fundamental para el control de la epidemia, en el presente y
en el futuro. Por ello cabe recordar que
la mascarilla higiénica, según los Centros para el Control de Enfermedades de
EEUU (CDC), es cualquier elemento que sirva para cubrirse la cara aprovechando
su efecto “barrera” a la hora de retener las emisiones de quien las lleva
puesta, debiendo usarse en lugares públicos por personas asintomáticas.
Las médicas o quirúrgicas, sin embargo, y aunque se usen habitualmente en ese
contexto recomendado para las higiénicas, según
la OMS deben reservarse para personal sanitario (triaje), personas
infectadas de COVID-19 o con síntomas
respiratorios aunque no se conozca su estatus infectivo, y en estos dos últimos
casos, también en sus cuidadores. Por último y avanzando un paso más en la
complejidad y eficacia de la herramienta, las autofiltrantes (FFP 2 o 3) deben
reservarse para uso exclusivo del personal sanitario cuando deba realizar
procedimientos con el paciente que impliquen un riesgo de emisión de virus en
concentraciones muy elevadas o en forma de micropartículas (aerosoles).
Con la escasez de material sanitario que hemos padecido en
el curso de esta epidemia, cuyos efectos más lesivos los ha sufrido el personal
sanitario, y ante la probable eventualidad de que una nueva oleada vuelva a
tensionar el sistema sanitario, sus reservas y capacidades, guardar el materialsanitario para cuando lo precisen los profesionales es un planteamiento lógico
y razonable de cualquiera que esté preocupado por la salud de la gente y la
seguridad de los trabajadores. No hace falta ser un epidemiólogo ni siquiera un
gestor avezado para verlo. Por ello la distribución
de mascarillas FFP2 a toda la población por parte de la Comunidad de Madrid
solo se entiende en el contexto del márquetin y no de la salud, y en el de la
propaganda pagada entre todos en vez de en el de la gestión responsable. Como
si el buque insignia de la propaganda oficial durante lo peor de la crisis, que
fue IFEMA (incluso a pesar de la extraordinaria labor que desarrollaron cientos
de profesionales sanitarios en aquel lugar), debiera seguir navegando. Un
consejo que es un ruego: si usted recibe una mascarilla de esas, llévela al
Centro de Salud o al Hospital más cercano y dónela a los que allí trabajan. Con
ese sencillo gesto demostrará que es usted más responsable que quienes han ordenado
su distribución masiva y su salud y la de todos se verá recompensada.
Manuel Díaz Olalla
22 junio 2020
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