jueves, 15 de octubre de 2020

¿Es la pandemia de COVID-19 en España una emergencia humanitaria?

Técnicamente hablamos de crisis o emergencia sanitaria cuando la demanda supera a las posibilidades de atención del sistema sanitario. Ocurre cuando éste es precario, débil, se desbordó, o todo ello, dándose estas circunstancias, por lo general, cuando la demanda es muy grande. Ambas cuestiones (colapso del sistema sanitario y demanda disparada) suceden a la vez en países en desarrollo en cualquiera de los 4 escenarios “naturales” de la intervención humanitaria, que son: los desastres naturales, la guerra y la violencia, las epidemias y las situaciones en que una gran parte de la población vive en situación de exclusión sanitaria.

No era previsible que en el mundo occidental y en España específicamente, asistiéramos a una crisis de esta naturaleza. O sí lo era, pero quienes tienen la responsabilidad de planificar sobre estas previsiones no quisieron verlo (“Un mundo en peligro”, OMS, septiembre de 2019)[i] o no recibieron las órdenes precisas de sus responsables.




Cuando el propio país que la sufre no puede dar respuesta a la crisis se declara la emergencia sanitaria internacional, a petición del propio país o de la OMS representando a los demás países. Si esa respuesta se amplía a otras áreas de las necesidades humanas básicas (agua, alimentos, techo, abrigo) y se articula desde el respeto a los principios humanitarios clásicos (humanidad, independencia, universalidad, imparcialidad, consentimiento de las víctimas, competencia) esa actuación se corresponde con lo que se conoce en el campo de las relaciones internacionales como “Acción Humanitaria” (AH), que es una respuesta a las necesidades de salud de la población desde el respeto estricto a los derechos humanos, situando el derecho a la salud en el centro de ese marco de intervención.

sábado, 10 de octubre de 2020

La Atención Primaria y la Salud Pública, la solución que buscamos


No en vano la AP ha sido el nivel asistencial más castigado por esas políticas cuyos resultados podemos evaluar ahora.  La AP es el nivel de atención donde se resuelven la mayoría de los problemas de salud de la población. Es el “medio natural” donde se solucionan las demandas y se satisfacen las necesidades de salud de las personas, sanas y enfermas. Es próxima y cercana y en ella se establecen las relaciones habituales con los profesionales sanitarios. En el caso de la COVID-19 es igual. La AP es el “dique de contención” del sistema sanitario, pero ese no puede ser su objetivo sino el resultado de su trabajo.

La mayoría de los casos de esta enfermedad son leves o asintomáticos por lo que el diagnóstico, el tratamiento, el aislamiento, el seguimiento y la confirmación de la curación no requiere asistencia hospitalaria, realizándose desde AP.

No solo la actividad asistencial (prevención terciaria), sino también la primaria (promoción de la salud, que incluye el fomento del uso de mascarillas higiénicas o quirúrgicas, higiene de manos frecuente, distancia personal) y la secundaria (diagnóstico precoz, identificación de contactos, medidas de control en ellos) es propia de la Atención Primaria apoyada por servicios de Salud Pública sólidos y adecuadamente dotados. La coordinación entre ambos es fundamental, pues soportan el peso principal de la vigilancia epidemiológica que, entre otras funciones, comprende la detección de brotes de la infección, imprescindible para el control de la epidemia, asegurando la AP, además, información de calidad para el análisis epidemiológico.