domingo, 29 de marzo de 2020

Notas metodológicas rápidas para becarios

(A la atención de Irene, Agustín, Álex y Ester, si es que tiene tiempo de leer esto desde la trinchera de esta batalla)


Reuter


Hemos hablado muchas veces de lo importante que es, a la hora de transmitir la información de una investigación, expresar con claridad en textos, tablas o gráficos, la naturaleza del indicador que queremos mostrar. Si lo hacemos bien simplificaremos las explicaciones y evitaremos errores en la interpretación.

Me refiero, por ejemplo, cómo no, a lo necesario que es, mucho más en los tiempos que corren, distinguir con claridad entre tasas poblacionales (de incidencia, de prevalencia, de mortalidad, etc) y proporciones expresadas en términos de distribución de frecuencias, por mucho que, en ocasiones, estén referidas al mismo número de unidades del denominador (por cien, %).

La primera, si se da en términos de “por cien”, hace referencia a 100 personas o habitantes (o 100 hombres, o 100 mujeres), pero siempre considerando que esos 100 son individuos, generalmente sanos, que están en riesgo de sufrir el evento que se recoge en el numerador (casi siempre muerte o enfermedad). Se construyen, claro, situando en el numerador al nº de personas afectadas por el fenómeno que queremos explicar y en el denominador a la población que está o ha estado en riesgo de sufrir el fenómeno (población). Arroja una medida de riesgo (o probabilidad) de sufrir el evento en la unidad de tiempo que se trate (generalmente un año). 

viernes, 27 de marzo de 2020

Algunas aclaraciones y una reflexión sobre la validez de las pruebas de diagnóstico rápido del COVID-19



 
Fuente: FACE.com
Los test rápidos de diagnóstico en sangre que se están empezando a usar en el curso de la epidemia de COVID-19 (análisis inmunocromatográfico para la detección cualitativa de anticuerpos IgG e IgM frente al SARS-Cov-2) son herramientas de gran utilidad en un momento en el que es de capital importancia tanto la identificación de los infectados asintomáticos (posiblemente quienes, sin saberlo, más están contribuyendo a la diseminación del virus) como el conocimiento del grado de inmunización de la población ante este virus.

Pero la profusión de datos y de opiniones sobre la naturaleza y utilidad de los mismos que se están dando en los últimos días, la mayoría inciertos y desinformados, demandan algunas aclaraciones desde la epidemiología y desde la salud pública.

Los test rápidos son pruebas de screening, es decir, aproximaciones más o menos precisas a la realidad que pretenden descubrir, que no es otra que conocer si una persona está infectada o no, pero no son ni se pueden considerar absolutamente certeras e irrefutables en relación a ese propósito, existiendo para ello otras pruebas que sí lo son. Se deben usar, por tanto, como ayuda al diagnóstico de la infección y para la determinación del estado inmune de la población. Pero al “diagnóstico verdadero”, ese al que consideramos la verdad absoluta, no se llega con ellas, si no con otras más caras, inaccesibles, complejas o peligrosas. Precisamente para eso se usan: para seleccionar a las personas que “con mucha probabilidad” (una probabilidad conocida de antemano) están infectadas y a las que se  les someterá a la prueba definitiva, después de recomendarles ciertas medidas de protección para los demás. Se pueden y deben utilizar también para conocer, con una aproximación alta, qué proporción de personas en la comunidad están inmunizadas por haber pasado la infección.