martes, 14 de agosto de 2018

Esperanza de Vida en la ciudad de Madrid, desigualdades y su relación con el nivel socioeconómico: aportaciones nuevas sobre un viejo dilema



Tomado de Madri+d

La esperanza de vida al nacer (EV) es el indicador integral de la salud de una población más conocido y fiable. Paradójicamente se elabora a partir de los datos de mortalidad y su uso se ha generalizado en los últimos años.

Presenta la característica de que es comparable entre distintas poblaciones y que su significado es generalmente comprensible. Por ello refleja bien las desigualdades sociales en la salud, permitiendo el seguimiento de su evolución.

El informe Black (Reino Unido, 1977) fue el primero en dar visibilidad a esas desigualdades al demostrar que la mortalidad de los profesionales y directivos británicos era un 50% menor que la de los trabajadores manuales, hasta tal punto que si estos hubieran tenido las mejores tasas de mortalidad de que disfrutaban aquéllos se hubieran registrado en Inglaterra 74.000 fallecidos menos entre 1972 y 1974.
Las grandes ciudades del mundo registran importantes diferencias en la salud de sus ciudadanos. Si confiamos en que la EV representa de forma bastante objetiva el nivel de salud de la población, debemos reconocer que el epidemiólogo inglés Michael Marmot impactó sin paliativos en la opinión pública mundial al relatar esas diferencias sobre un plano del metro de Londres en el que señaló que la EV de los hombres que vivían en las cercanías de la estación de metro de Canning Town, la cabecera de la línea Jubilee Line, era casi 6 años menor que la de los que lo hacían alrededor de la estación situada en el otro extremo de la línea, la de Westminster, pudiendo observarse además que, aproximadamente, se incrementaba o decrecía en un año esa expectativa vital entre estaciones contiguas ( https://bit.ly/2kageHk ). Aprovechando esta elocuente forma de contarlo, nuestros compañeros de la Agencia de Salud Pública de Barcelona encontraron también que en 2013 se calculaba en más de 11 años las diferencias en EV entre los hombres que residen alrededor de la estación de metro de Torre Baró y los que lo hacen junto a la de Sarriá-Bonanova.

Madrid Salud publicó hace unos meses la EV de la población de la ciudad por barrios en el periodo 2009 a 2012 (https://bit.ly/2xUqh8V ) observándose que entre el mejor y el peor dato para hombres (El Goloso con 84,91 años y Cuatro Vientos con 74,66 años) existen unos diez años de diferencia. Más recientemente se ha recalculado con datos actualizados encontrándose que, para el conjunto de la población, las diferencias entre barrios se sitúan en  algo más de 9 años (Cuatro Vientos con 78,49 años vs El Salvador 87,97 años, para el periodo 2013 a 2015) (pendiente de publicación).
Independientemente de los trabajos que realizamos con la EV, para nosotros el dato oficial de la ciudad y de los distritos es el que publica la Subdirección General de Estadística del Ayuntamiento de Madrid. A día de hoy el último dato sobre EV para la población de la ciudad de Madrid corresponde a 2016: la de los hombres alcanza ya la cifra de 82,03 años mientras que la de la mujer se sitúa en 87,29 años (84,93 años para el conjunto de la población). Por distritos (esa Subdirección publica los datos solo hasta esta desagregación territorial) y para los hombres la mayor diferencia se establece entre Salamanca (83,46 años) y Puente de Vallecas (79,67 años),  resultando una diferencia entre ambos de 3,79 años. Para las mujeres entre Salamanca (la más alta, con 87,41 años) y Centro (la más baja, con 85,50 años) la diferencia llega a los 2,82 años. Por último, y aunque la tendencia actual es dar las cifras de hombres y mujeres separadas para entender mejor las diferencias de género, para el total de la población el mejor dato es el de Salamanca de nuevo, con 85,82 años y el más bajo el de Puente de Vallecas, con 83,25 años, estableciéndose una diferencia entre el mejor y el peor de 2,57 años. 

En todo caso parece que las diferencias entre distritos tienden a disminuir si nos fijamos en la diferencia en EV que nosotros mismos publicamos con datos de 2002 como parte del primer Estudio de Salud de la ciudad, en que para el conjunto de la población la diferencia entre el mejor y el peor distrito ascendía a 3,9 años. Esta es la realidad que observamos entre áreas grandes, y que confirmamos entre áreas pequeñas (barrios) aunque algo más matizada (10,30 años entre el mejor y el peor barrio para el conjunto de la población en el periodo 2009-2012  frente a los 9,12 años en el periodo 2013-2015).

Como se aprecia una brecha muy profunda que es mayor si el territorio cuya población analizamos es un área más pequeña. Según nuestros datos, provenientes de nuestro Estudio de Salud 2014, la brecha de mortalidad entre distritos, en esta ocasión agrupados en clúster según nivel de desarrollo, creció en los años de la crisis en el siguiente sentido: la mortalidad de los hombres de los distritos más desfavorecidos se incrementó y aunque después volvió a reducirse no ha logrado aún situarse en la distancia que mantenía respecto a los demás distritos antes de este periodo (se agudizan las diferencias a costa de que los distritos con más dificultades avanza notablemente menos que los demás).

En todo el mundo es conocido que la correlación entre la EV y los indicadores que dibujan las condiciones de vida es grande. En nuestro caso, no deja de sorprendernos, a día de hoy, el enorme parecido que tienen los mapas de la ciudad, por distritos o barrios, que reflejan la distribución de algunas variables socioeconómicas (renta, nivel educativo, clases sociales) con otros mapas que recogen la distribución de algunas variables del nivel de salud (EV, tasas de sobrepeso y obesidad en niños, tasas de mortalidad prematura, etc).  Esta evidencia la llevamos observando desde el año 2004 y no deja de ser una aproximación extraordinariamente elocuente del enorme efecto que tienen las condiciones de vida en la salud. Hemos estudiado en numerosas ocasiones cómo se comporta esta asociación en la ciudad de Madrid y siempre hemos hallado una relación muy grande, en especial en los hombres. En el Estudio de Salud de la ciudad de Madrid de 2008 ya encontramos que el coeficiente de correlación entre la EV y la renta per cápita de los distritos era muy alta (r=0,47, siendo 0 “sin correlación” y 1 “correlación máxima”), aunque más lo era aún entre la EV y la tasa de desempleo (r=0,59). Sorprenden estos datos si se piensa que el sistema sanitario en España, hasta la entrada en vigor del RD 16/2012 que excluía del mismo a una parte sensible de los ciudadanos, era universal, gratuito y de calidad, por lo que nos iguala a todos en la atención de salud por encima de las diferencias sociales, territoriales o de cualquier otro tipo. Resulta menos chocante, siguiendo las enseñanzas que emanan de la salud pública moderna, al menos desde Lalonde en 1974, si comprendemos que la mayor parte de los factores que determinan la salud y la mortalidad de la población, en nuestro nivel de desarrollo, están fuera de ese sistema sanitario como estructura, como son los estilos de vida en general, la alimentación, el ocio, los riesgos laborales y ambientales, la práctica de ejercicio físico, etc.

En nuestros más recientes cálculos, a nivel distrito, parece incrementarse la fuerza de asociación entre EV y renta, hasta alcanzar un valor de r de 0,66. A nivel de área más pequeña (barrio) esta correlación es mucho menor (r=0,22).

Recientemente y a partir de las tablas de mortalidad de 2016 con las que calculamos la EV, ajustándolas con la frecuencia de mala salud (limitación crónica a la actividad) obtenida por edad y sexo en la Encuesta de Salud de la ciudad de Madrid que hemos realizado en diciembre de 2017, hemos calculado la Esperanza de Vida en Buena Salud (EVBS) para la población de la ciudad y para la de cada uno de los distritos, este último análisis por primera vez. Se trata de saber, independientemente de la esperanza de vida total, hasta qué edad (o qué % de la vida total) se vivirá en buena salud (sin limitación). Este indicador refleja aún mejor las desigualdades sociales en la salud que la EV simple y cada vez se le concede mayor importancia en la planificación de intervenciones de salud. Según nuestros datos la EVBS de los hombres en Madrid es de 62,24 años y de las mujeres 61,65 años (61,93 años para toda la población). Significa que un 75% de la vida de ellos y un 70% de la de ellas se vivirá en buenas condiciones de salud. Hay que decir aquí que estos datos son algo peores que los publicados por el Ministerio de Sanidad para la población española que fueron de 63,9 años en los hombres y 64,1 años en las mujeres (2015). En los distritos, la mayor parte de la población  vivirá entre un 70% y un 75% de su vida total en buena salud. Los que rebasan este límite superior son los madrileños que viven en Ciudad Lineal, Salamanca, Centro, Barajas y Vicálvaro, mientras que, por otro lado, los que no alcanzarán ese 70% son los que viven en, Carabanchel, Villaverde, Villa de Vallecas y Tetuán.

En resumen, las desigualdades en salud que existen dentro de las ciudades son grandes y se correlacionan bien con las diferencias sociales que están en su génesis. La ciudad de Madrid no presenta niveles de desigualdad mayores que otras ciudades, plasmados en las diferencias en EV y en EVBS. A nivel territorial dentro de la ciudad parecen disminuir las diferencias en Esperanza de Vida, aunque en las áreas grandes (distritos)  la correlación entre las condiciones de vida de la gente (representada por la renta per cápita) y la salud (esperanza de vida) aumenta. Hay que señalar también que la esperanza de vida mejora sensiblemente en los últimos años, pero en el periodo más álgido de la crisis económica (2010-2012) se incrementó la mortalidad en los distritos más desfavorecidos respecto a los demás, ahondando una brecha que aún no ha llegado a reducirse.  

(Si quiere saber más sobre este tema,  no deje de visitar el extraordinario trabajo del periodista Joan Llop en este link :  Joan Llop ciudad desigual  )


Manuel Díaz Olalla
Madrid, junio de 2018

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