lunes, 22 de junio de 2020

Perdidos en el país de los epidemiólogos (II). La adivinanza de las mascarillas




... o sea el uso de las mascarillas y qué tipo durante el actual periodo de desescalada. La escasez de material de protección (propio o de los demás) ha sido uno de los problemas identificados entre los que más han contribuido a la rápida difusión de la epidemia de COVID-19 y al incremento de las tasas de incidencia en personas vulnerables y trabajadores sanitarios. Sobre la escasez y sus motivos, incluso por encima de la demanda aguda en los periodos álgidos, se tendrá que hablar en su momento. Pero hoy, con más disponibilidad de materiales, la confusión continúa. La mascarilla higiénica (no médica), puede ser de tela o papel, se destina para uso común (no médico) y se busca en ella su mero y mecánico efecto barrera de las gotitas de saliva que emite quien la usa. Es decir, cualquier elemento fabricado con cualquier material siguiendo unas normas establecidas, se puede usar en la comunidad si no hay síntomas o no se trabaja con pacientes, esto es, cuando no es necesaria la mascarilla médica, pudiendo ser menos efectiva que esta. Se recomienda su uso en población general en la calle o en el trabajo si no se puede establecer suficiente distancia interpersonal.
Las mascarillas médicas (o quirúrgicas, que tanto da) son elementos para el control de la fuente de infección (gotitas de flügge del infectado) que actúan disminuyendo su diseminación al medio, debiendo reservarse su uso para personas con síntomas en el medio comunitario, o en el triaje en el medio sanitario, además de para aquéllos trabajadores de la salud que realizan actividades con ellas que no implique contacto directo. De hecho y como su nombre indica, su objetivo es proteger el campo quirúrgico de las emisiones salivares del trabajador sanitario aunque no protejan al portador de las mismas. Cuando haya contacto directo es preciso usar una mascarilla del tipo FFP (Filtering Face Piece). Estas forman parte de los equipos de protección (EPI) porque, a diferencia de las anteriores (médicas o quirúrgicas e higiénicas) evitan que las gotitas respiratorias emitidas por otros lleguen a nuestras mucosas. La clasificación en FFP 2 o FFP 3 tiene que ver con la capacidad filtrante (la 2 de un 92% de las partículas y la 3 de más de un 98%). Se trata por tanto de material sanitario y, por ello, se deben reservar para el personal de salud.

Mientras que la población general sana puede usar las mascarillas higiénicas para proteger a los demás, pudiendo ser un elemento de gran valor para controlar la transmisión vírica en la comunidad cuando el número de asintomáticos sea grande, las médicas o quirúrgicas se deben reservar para profesionales socio-sanitarios, personas en cuarentena domiciliaria y también para grupos vulnerables en la calle o cuando entren en contacto con otras personas. En general se admite que la higiénica se debe usar por la población general en la calle o en el trabajo si no existe suficiente distancia interpersonal, aunque hay controversia en el sentido de si produce algún beneficio comunitario su uso en personas sanas.

La vía aérea se destaca cada vez más como la más importante de transmisión del SARS-Cov-2. Incluso siendo efectiva a más distancia de la supuesta (2 metros) y permaneciendo en el ambiente de forma persistente por más tiempo del inicialmente imaginado. Por lo que el uso de las mascarillas se vislumbra como un elemento fundamental para el control de la epidemia, en el presente y en el futuro. Por ello cabe recordar que la mascarilla higiénica, según los Centros para el Control de Enfermedades de EEUU (CDC), es cualquier elemento que sirva para cubrirse la cara aprovechando su efecto “barrera” a la hora de retener las emisiones de quien las lleva puesta, debiendo usarse en lugares públicos por personas asintomáticas. Las médicas o quirúrgicas, sin embargo, y aunque se usen habitualmente en ese contexto recomendado para las higiénicas, según la OMS deben reservarse para personal sanitario (triaje), personas infectadas de COVID-19  o con síntomas respiratorios aunque no se conozca su estatus infectivo, y en estos dos últimos casos, también en sus cuidadores. Por último y avanzando un paso más en la complejidad y eficacia de la herramienta, las autofiltrantes (FFP 2 o 3) deben reservarse para uso exclusivo del personal sanitario cuando deba realizar procedimientos con el paciente que impliquen un riesgo de emisión de virus en concentraciones muy elevadas o en forma de micropartículas (aerosoles).

Con la escasez de material sanitario que hemos padecido en el curso de esta epidemia, cuyos efectos más lesivos los ha sufrido el personal sanitario, y ante la probable eventualidad de que una nueva oleada vuelva a tensionar el sistema sanitario, sus reservas y capacidades, guardar el materialsanitario para cuando lo precisen los profesionales es un planteamiento lógico y razonable de cualquiera que esté preocupado por la salud de la gente y la seguridad de los trabajadores. No hace falta ser un epidemiólogo ni siquiera un gestor avezado para verlo. Por ello la distribución de mascarillas FFP2 a toda la población por parte de la Comunidad de Madrid solo se entiende en el contexto del márquetin y no de la salud, y en el de la propaganda pagada entre todos en vez de en el de la gestión responsable. Como si el buque insignia de la propaganda oficial durante lo peor de la crisis, que fue IFEMA (incluso a pesar de la extraordinaria labor que desarrollaron cientos de profesionales sanitarios en aquel lugar), debiera seguir navegando. Un consejo que es un ruego: si usted recibe una mascarilla de esas, llévela al Centro de Salud o al Hospital más cercano y dónela a los que allí trabajan. Con ese sencillo gesto demostrará que es usted más responsable que quienes han ordenado su distribución masiva y su salud y la de todos se verá recompensada.

Manuel Díaz Olalla
22 junio 2020

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